Por:

Maria Clara Hoyos

Presidente ejecutiva

Asomicrofinanzas

Invertir en sostenibilidad:

una decisión urgente para

el sector microfinanciero

En un contexto global marcado por la emergencia climática, la pérdida de biodiversidad y la creciente desigualdad, hablar de sostenibilidad ya no es una opción, sino una necesidad. Para el sector microfinanciero colombiano, este llamado cobra una relevancia particular. Hoy más que nunca, el ecosistema que atiende a los negocios productivos de la base de la pirámide ubicados en las zonas rurales y agropecuarias tenemos la oportunidad de ser agentes activos de transformación hacia modelos de desarrollo más resilientes, inclusivos y sostenibles. 

Invertir en sostenibilidad no significa únicamente financiar proyectos verdes. Significa cambiar la forma en que concebimos el desarrollo productivo, integrar criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en la toma de decisiones, y apoyar a los pequeños emprendedores que están liderando soluciones locales frente a desafíos globales. 

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), para cumplir sus compromisos de acción climática, la región requiere una inversión de entre 3,7% y 4,9% del PIB regional por año hasta 2030. En Colombia, las microfinanzas pueden desempeñar un papel determinante para movilizar estos recursos hacia las economías populares y rurales, donde hoy se concentra el 68,4 % de los usuarios del sector. 

Creemos firmemente que la sostenibilidad debe ser transversal a todo el ecosistema microfinanciero. Por eso, hemos acompañado iniciativas como la firma del memorando de entendimiento por parte de Bancóldex, el Fondo Nacional de Garantías y Acosol, que busca promover la transición energética y fortalecer la financiación de proyectos de energía solar fotovoltaica en Colombia. ¿La razón? Porque sin duda, somos unos convencidos de que apostarle a este tipo de propuestas es una forma transformadora de permitir que las microempresas reduzcan costos, y de paso, generen una disminución de su indicador de huella de carbono. 

Y es que el gremio no es ajeno a esta realidad. De hecho, nuestro ecosistema tiene una oportunidad enorme para consolidarse como un referente en sostenibilidad en América Latina, especialmente si consideramos que solo el 12 % de las agremiaciones internacionales de nuestro tipo consultadas reportan resultados en esta materia. A través de un informe gremial, podríamos no solo visibilizar las buenas prácticas del sector en Colombia, sino también acompañar al 47 % de las entidades microfinancieras que ya cuentan con informes de gestión, en la incorporación de métricas ASG que reflejen su impacto y compromiso. Además, alinear el reporte con estándares internacionales como GRI, SASB o TCFD, para, de esta forma, abrir la puerta a nuevas oportunidades de financiación internacional para toda la industria. 

Sumado a lo anterior, el sector también tiene el potencial para formar capacidades en gestión del riesgo climático, diseñar líneas de financiamiento verde, promover la educación financiera con enfoque ambiental y tejer alianzas con actores públicos y privados. Sin embargo, todo esto es posible si asumimos este compromiso de sostenibilidad con voluntad, liderazgo y visión de largo plazo. 

En definitiva, el reto es grande, pero el compromiso también lo es. Colombia necesita una economía popular y comunitaria fuerte, capaz de adaptarse al cambio climático y aportar soluciones concretas al desarrollo territorial. En ese sentido, el microcrédito sostenible se consolida como una herramienta poderosa para lograrlo. 

Así pues, desde el gremio, instamos a todo el ecosistema y a nuestros aliados a seguir trabajando para que la sostenibilidad deje de ser una tendencia y se convierta en una práctica viva, constante y estructural dentro del quehacer microfinanciero. Apostar por proyectos sostenibles es también apostar por un país más justo, más verde y más digno para todos.